Diario de un tiempo raro
- mferreror
- 31 ago 2020
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 11 nov 2024
Estoy en pleno desconfinamiento emocional, creo.
Hoy, (5 de julio que empiezo a escribir esta entrada), montando en bici, he pasado junto un jardín con un intenso aroma a jazmín, y me he parado a disfrutarlo.
Hace sólo unos pocos días he vuelto a tararear canciones, como cuando estoy conectada conmigo misma de forma distraída. Como cuando lo estaba. Antes.
Fuera de esas conquistas, siento que sigo entumecida, confinada en mi interior. Cuando se habla de que hay un antes y un después del inicio del tiempo raro debe de ser eso. Una nueva sensación vital a medio gas.
Es increíble cómo normalizamos hechos y situaciones totalmente incomprensibles e inauditas sólo con el uso de palabras que van llenando toda nuestra comunicación, palabras ya conocidas que han adquirido un nuevo significado para nosotros: pandemia, estado de alarma, confinamiento, cuarentena, desescalada, fase 0, "nueva normalidad". Todos hemos pensado que algún día nos vamos a despertar de un mal sueño. Pero nunca llega ese momento. Y estas palabras van configurando y dando legitimidad, o respaldo, al concepto de un mundo y de una sociedad nuevos, diferentes.
En esta entrada aquí viene la primera música, la que acompañará la lectura del texto y el relato de las fotos (recuerda pincharlas para verlas enteras, y mejor en el ordenador). Porque esta entrada sobre el tiempo raro, el propio tiempo raro, quiero acabarlos proponiendo otra música, que está en disonancia cognitiva con este relato personal.
Jorge Drexler, justo al inicio del tiempo raro, nos regaló una canción de esperanza. No suena como el tiempo raro, todo silencio, pero su letra sí me lo recuerda. También me recuerda a la presencia constante, extraña, de tanta gente en redes sociales, en pantallas y medios virtuales, de los que me sentí también tan lejos... La canción: "Codo con codo".
Y podría ordenar las distintas percepciones de esas semanas y meses raros en unos cuantos epígrafes (como siempre, pincha las fotos y avanza adelante o atrás para verlas enteras):
1. La amenaza fantasma.
14:30 h del día 14 de marzo. A medianoche está previsto que se inicie el estado de alarma, pero ya se aconseja no salir a la calle, excepto para lo imprescindible y, tras unos días de miedo social creciente a una amenaza invisible, la gente se está quedando en casa.
Voy a la farmacia. Hace un precioso día primaveral, pero el ambiente desierto y, sobretodo, un enorme silencio que lo llena todo, me produce un alto impacto.
Desisto de subir las escaleras de Santa Columba para tener una ideal foto cenital de todo el espacio vacío, ya que me siento furtiva, y sólo deseo volver cuanto antes a casa.
A pesar de la percepción de amenaza, todavía estábamos lejos de saber lo que vendría después a Segovia, una provincia terriblemente golpeada por la enfermedad y la muerte en las primeras semanas de pandemia.
Salvo ese día concreto, he olvidado las fechas, antes tan tenidas en cuenta (¡tanto tiempo sin ver a familia y amigos, y sin abrazos!). Tengo que repasar los documentos escritos, la prensa, para volver a acotar el tiempo raro. Así es como la mente da saltos adelante: olvidando las fechas, olvidando el dolor.
2. Confinamiento.
Fotográficamente me lo salto.
Emocionalmente no pude hacer fotos.
Hubo algo que, a pesar de ir a trabajar cada día, me impidió hacerlas durante todo el tiempo del confinamiento. La responsabilidad del juego limpio social, de dar ejemplo, de salir sólo a trabajar y comprar para comer, sin disfrutar siquiera de esa maravillosa libertad, ya que muchos no podían hacer ni eso. Los niños y las familias en sus recintos estancos. La tristeza del día a día. El olor a enfermedad y desgracias.
Poco a poco el silencio y la soledad me llenaron por completo y no fui capaz de pensar en las imágenes. Recibía las de algunos amigos, a los que admiré por grabar el día a día, y veía las propuestas para participar en actividades fotográficas en redes, y a distancia, de todo tipo. Pero yo estaba vacía.
El mundo era eso que estaba detrás de los cristales: los de la casa, los del trabajo, los del coche al desplazarme de uno a otro.
Sólo cuando el mundo volvió a entreabrirse un poco empecé a salir a caminar, y entonces, poco a poco, volví a registrar imágenes con el móvil, y a sacar la cámara de vez en cuando.
En este punto es justo hacer un intermedio musical que representa muy fidedignamente la ocupación de muchos músicos, y la de muchas familias, que manteníamos conversaciones múltiples gracias a plataformas que nos permitían vídeos múltiples simultáneos.
"Solo quiero abrazarte, cuando todo acabe".
3. Desconfinamiento, fase 0. El mundo sigue vacío.
En la fase 0 empezamos a poder salir a la calle; temprano, de 7 a 10 h, antes del trabajo, o de las 20 a las 23 h, que era mi franja habitual, por lo que la mayoría de fotos son inicialmente de noche, y muestran una ciudad muy desierta. Fuera de esas horas sólo había desplazamientos para hacer la compra, o para ir a trabajar. Es decir, Segovia, (y el mundo), a la luz del día seguía siendo una ciudad vacía y "cerrada".
Si prolongaba el paseo, a partir de las 21:30 y hasta el toque de queda de las 23 h, caminando, caminando, nos cruzábamos sólo unos pocos. Especialmente, al buscar la distancia social, y seguir huyendo de las multitudes de algunas calles más populares, pero también esas calles populares dejaban de serlo a esas horas.
Y, para no olvidar, los paseos por la calzada de las calles desiertas de coches. Hago las fotos desde el centro de la calzada pero no importa: no hay coches, no hay riesgo, no hay nada.
4. La distancia social
Las reuniones de trabajo de grupos sociales en las calles para tomar decisiones, las manifestaciones callejeras con reglas estrictas de separación, los minutos de silencio por los que se fueron, los encuentros de amigos, el cruce con conocidos y vecinos, incluso las citas en la calle con la propia familia no conviviente, nos ha dejado imágenes salidas de la imaginación de un novelista.
Y la distancia social también rige desde entonces las nuevas normas en tiendas, comercios, restaurantes y todo tipo de actividades. Los horarios segregan a las personas por su edad, y según algunas ocupaciones.
5. Todo va a salir bien y otros mensajes
Aún siendo positiva como soy, esta parte del "todo va a salir bien" siempre me ha chirriado. No termino de ver claro un efecto generalizadamente beneficioso de la psicología positiva con mensajes palmarios en situaciones como la vivida. Hay que mantener el espíritu, pero los mensajes tan positivos sin fundamento real y contrapuestos a las muertes y la desolación, al silencio y la soledad que estaba viviendo la gente, creaban otra disonancia cognitiva.
O, quizá, era mi disonancia cognitiva.
Pienso que este mensaje tan genérico puede infantilizar a las personas, que seguirán creyendo que con el paso del tiempo las cosas se van a arreglar solas. Puede incluso que haya contribuido a la falta de responsabilidad individual de algunos, en momentos posteriores que hemos visto en las semanas transcurridas mientras escribía estas impresiones.
Pero hubo también una respuesta solidaria muy intensa, madura y positiva de verdad, de mucha gente, y que fue el verdadero polo positivo para seguir creyendo en un posible final de este capítulo de la nueva historia.
Podemos animar a la acción a las personas, animar a afrontar los hechos de manera positiva. Así, hubo mensajes muy potentes e importantes, de agradecer sinceramente: todos los de ánimo entre compañeros y conocidos, incluso entre desconocidos; los de reconocimiento a la labor de las personas, de los profesionales y de todas las que tuvieron conductas generosas y solidarias; de confort para los que más estaban sufriendo; las cartas personales para los enfermos que pasaron días y días sin poder recibir visitas de sus allegados; los mensajes de "gracias por lo que me has dado", por ayudarme a salir adelante, por no dejarme solo.
Y, en esta laaarga entrada, otro intermedio musical. El del homenaje a los sanitarios: Los abrazos prohibidos, de Vetusta Morla, pero de nuevo, un tema coral lleno de músicos colaborando solidariamente, cuyos beneficios van dedicados al CSIC para contribuir a la investigación sobre el virus.
6. La primavera robada
Al salir a la calle, durante las primeras semanas la noche y la casi-noche en la que caminaba, junto al alivio sólo por salir a caminar, aunque fuera asfixiándome con las mascarillas, me impedía darme cuenta de que alrededor la naturaleza seguía adelante con sus habituales planes de primavera. Es verdad que la mayoría de días hacía una temperatura muy buena, a color, apenas días grises y de lluvia, pero el inviolable horizonte de la ciudad, el peso del trabajo, y las cifras, la información, las terribles noticias, me lo estaban tapando. Se me había olvidado la primavera.
Cuando los días se fueron alargando de repente la vi, y volví a percibir los ciclos vitales, el renacer de la vida, los colores, los brotes. La nueva realidad no había podido impedir el estallido natural. Lástima que este año, con la primavera en la casi-noche, me la había perdido en gran parte y ya sólo llegué a disfrutarla unas pocas semanas. Pero aquí está en un epígrafe para recordarla.
7. La ¿nueva normalidad?
Vaya por delante que parece un nombre ridículo, pero vaya si se ha hecho con un hueco reservado en nuestro diccionario de palabras emergentes al que, si no oímos todos los días por una razón o por otra, le falta poco.
Cosas como las colas con distancia mínima, el uso cotidiano e indefinido de las mascarillas, el gel hidroalcohólico en la entrada y salida de cada lugar y en los bolsos, los espacios entre asientos de las salas de espera de cualquier ámbito, público o privado, los ordenados circuitos de ida y vuelta, ordenando el desplazamiento por los pasillos, incluso la separación de la entrada y la salida en lugares casi desiertos ya, donde nunca hubo tal distinción porque podíamos movernos y revolvernos en el espacio disponible libremente, aleatoriamente, torpemente, humanamente...
La "nueva normalidad" ni es normalidad, ni es ya nueva. Es tan solo nuestra vida actual.
Y para el tiempo nuevo, voy a hacer un mayor esfuerzo por desconfinarme emocionalmente, y propongo empezar girando: "Let´s twist again", de Chubby Checker. Vamos a retorcernos, a divertirnos.
Pero también podría ser vamos a darle la vuelta, a darle un giro nuevo a esto de vivir. O a hacer que nuestro mundo vuelva a girar. O a marcar un ritmo alegre, con una voz que nos recuerda que podemos volver a vivir. ¿Será verdad?
Fotografías tomadas con el iPhone Xs. Todas en Segovia, durante el tiempo raro, en el que nuestros movimientos, más allá de nuestra casa, de nuestro trabajo, y de nuestra ciudad, estuvieron prohibidos y, cuando fueron permitidos, tuvieron unas normas estrictas de distancia longitudinal, temporal y social.
Empecé a escribir esta entrada el 5 de julio, cuando todavía seguía siendo raro ir a la calle sin pensar y hacer planes como antes. La acabo al terminar agosto, cuando en la mayor parte de España ya estamos lidiando con la segunda ola de la dichosa pandemia, y yo todavía no me he desconfinado del todo.
Mi respeto para las personas que aparecen en cualquier entrada de este blog, donde sólo quiero recoger el pulso y la vida de la calle. Si te reconoces en alguna de ellas, puedes hacer comentarios, o pedir que la retire si es tu deseo.
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