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Cuando voy a trabajar (o la belleza de la nada circundante)

  • Foto del escritor: mferreror
    mferreror
  • 31 dic 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 30 mar 2024

En realidad, soy una privilegiada.



Cuando llegué a esta ciudad para empezar mi vida laboral, hace ya unos cuantos años, he de reconocer que me sentía un poco sola. No era por el trabajo y sus gentes, muy numerosas, que siempre cuesta algo de tiempo ir conociendo el medio y sus modos de hacer las cosas, y no veía en ello mayor problema: ya había pasado por ahí, y sabía cómo hacerlo. Además, el propio trabajo era, es, muy absorbente, y las horas pasan en él muy rápido, cada día. Y pasaba muchas, muchísimas horas trabajando.


Pero la ciudad era otra cosa. Bonita, tranquila, pausada, segura, luminosa, hecha de piedra dorada, pequeños jardines y encantadoras plazuelas. Pero pequeña. Tanto que cuando salía de paseo me terminaba saliendo de sus límites, una tarde tras otra. Nada especial que hacer, ni con quién quedar era lo que más me pesaba.

Echaba de menos mis calles, mis paseos, mis tiendas, mis recorridos en la gran ciudad de la que venía, y donde había vivido toda mi vida, hasta entonces. La proximidad de los colegas cómplices, de mis amigos y de mi familia. La enorme oferta de cines, y de exposiciones, de jardines para cansarse, y los rituales alrededor de cada uno de ellos.

Cada noche me dormía pensando en qué zona de la ciudad, con suerte, iría a conocer al día siguiente, después del trabajo.


Pero antes de salir iba el llegar a trabajar. Mi trabajo estaba, está, literalmente, en medio de la nada. Cuando llego veo amaneceres, o la mera luz del alba todavía sin asomar el sol. Las primeras luces son siempre sutiles. A veces, un precioso diseño de nubes lo impide, pero se intuye la claridad.



En realidad, empecé a trabajar en este lugar en mitad del verano, y cuando acababa la jornada y salía al exterior la explosión de luz y color era maravillosa, y en pocos minutos se me olvidaban los sinsabores, penas y dolores con los que había estado lidiando hasta poco antes. Desde el principio me lo apunté como una verdadera terapia, mirar durante algunos minutos el color de los campos, la transparencia del aire, la proximidad de la dama dormida en la montaña.

El otoño llegó pronto, con sus tormentas y cambios de tonalidad en cielos y tierra, y no hizo más que ampliar el catálogo de luz, color y olor en mi memoria.



Tras el verano, el tiempo es frío, azul, o gris. Quizá blanco.



Luego llegó la primera primavera, y después muchas otras más, con otro ramillete de colores y diseños de la nada circundante.



A veces, al salir del trabajo, cansada y tarde, ya apenas queda algo de luz sobre la nada silenciosa. Pero esa luz magnífica consigue que cualquier nada sea algo maravilloso.




Por esto soy una privilegiada.

Cada día, cuando paro unos instantes en el semáforo de mi calle, rumbo al trabajo de nuevo, me pregunto de qué color estará hoy vestida la nada de sus alrededores.



Trabajo y vivo en un lugar de la España vaciada, en Segovia. Pero tengo la suerte de poder trabajar y poder vivir en ella, ya que en mi núcleo poblacional no nos falta de nada. Puedo vivir mi "nada alrededor" como un espacio-tiempo para el deleite, para la reflexión, para la inspiración. Un espacio-tiempo de transición entre mi vida personal y mi vida laboral, y viceversa.


El vacío reinante en las grandes extensiones y pequeñas poblaciones de los alrededores, sin servicios, sin trabajo, sin transporte, sin soporte social para mayores, niños, enfermos, dependientes, hace que cada vez más gente huya de la nada no estructurada. Esa nada no tiene ningún atractivo, no es inspiradora, no anima a pensarla, a reflexionarla, a fotografiarla. Y ello está llevando a que cada vez más gente se pierda los colores, los diseños, y el esplendor de esta nada maravillosa.


Al acabar esta entrada, pienso que también podría haberla llamado "la belleza de la España vaciada", o "la belleza de la Segovia vacía".



Y, como siempre, ahora un poco de música para volver hacia atrás y volver a disfrutar de la nada. Clouds, de Nicolai Dunger.



Fotos realizadas con un iPhone 4, o con un 5S, o con un Xs, a lo largo de los años en mis llegadas y salidas del trabajo.



2 comentarios


jferrandoa
02 ene 2022

Preciosas fotos. ¡Feliz 2022!

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mferreror
mferreror
02 ene 2022
Contestando a

Gracias! Igualmente 😘

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Segovia, Castilla y León, Spain

© 2016-25 por Marta Ferrero Fotografía

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